PADRES EXIGENTES, ¿HIJOS PERFECTOS? escrito por Pilar Rubert Saura, coordinadora de XiCaEs
A menudo se critica la relajación de los padres, pero educar no es tarea fácil, y si unos pecan por defecto, otros lo hacen por exceso y piden a sus hijos que sean perfectos ¿Conviene exigir tanto?
Los padres desean grandes cosas para sus hijos, pero entre desearlas y fijarlas como objetivo hay un trecho. Nos encontramos con padres convencidos de que sus hijos rendirán más si ellos son muy exigentes, en lugar de felicitarles por lo ya conseguido remarcan lo que aún tienen pendiente especialmente en el ámbito académico.
Esa exigencia en la infancia deja su huella irreversible en el cerebro adulto: nunca nos vemos lo bastante competentes, ni somos lo bastante perfectos en base a esos ideales que nos inculcaron. La presión de la exigencia les va a acompañar siempre y aún más si basamos su educación en la ausencia de refuerzos positivos y de afecto.
Podemos educar a nuestros hijos en la cultura del esfuerzo, podemos y les debemos exigir, no hay duda, pero todo tiene un límite. Como padres, deseamos que nuestros hijos tengan éxito, pero por encima de todo está su felicidad. El llevarles a ser tan “autoexigentes” puede desencadenar en que no sepan qué es dejarse llevar, sonreír o permitirse cometer errores.
“Los hijos perfectos” temen cometer errores y nunca alcanzan las elevadas expectativas que tienen sus padres. Una exigencia desmedida por parte de los padres, deriva fácilmente en falta de autoestima, ansiedad y un elevado malestar emocional.
Sobreexigir no aumenta el rendimiento
Fomentar el esfuerzo y la mejora de los resultados puede dar sus frutos para aumentar el rendimiento de forma puntual, pero mantener un elevado nivel de exigencia puede causar el efecto contrario: el rendimiento puede disminuir al pensar que no se es lo suficientemente bueno.
Se crea una autopercepción distorsionada
Unas expectativas demasiado elevadas e irrealizables causan frustración ante la incapacidad de cumplir con ellas, causando una autopercepción negativa de las propias habilidades.
Puede provocar problemas en las relaciones personales
Los hijos de padres muy exigentes tienden a tener dificultades para socializar debido al elevado nivel de exigencia que pueden presentar, tanto de cara a sí mismos como respecto a otras personas en sus relaciones.
Expectativas realistas
La presión que sienten estos niños es muy elevada, por ello las expectativas que se transmiten a los hijos deben ser lo más realistas posible evitando extremismos. Transmite que equivocarse no es malo ni significa fracasar, sino que es una oportunidad de mejorar y aprender
Valorar su esfuerzo y no sus logros
Cuando el esfuerzo se valora, independientemente de los resultados, contribuye a que dicho esfuerzo se convierta en un hábito y llegue a buen término. Es muy importante que le felicites cuando realiza alguna actividad correctamente. Tendemos a no felicitar las cosas que consideramos normales y esperables. La no valoración les puede llevar incluso a no sentirse amados por su padres. La confianza en las habilidades de los niños es fundamental de cara a motivarlos y aumentar su autoestima. Si hay algo que se quiera corregir, intenta indicarlo centrándolo en la actividad o el objetivo a conseguir y no en el niño y su capacidad.
“El trabajo de los padres no es criar a hijos perfectos, sino seres humanos independientes, conscientes, respetuosos, que sepan luchar por sus sueños…”
-Anónimo-

Pilar Rubert Saura- Coordinadora
Integradora Social
Dilatada experiencia en proyectos destinados a niños/as que presentan necesidades educativas especiales.
Coordinadora de la mayor parte de los Campus Natura que se han llevado a cabo hasta la actualidad.