INCLUSIÓN EDUCATIVA Y SOCIAL DE LAS NIÑAS/OS Y JÓVENES CON GRANDES NECESIDADES DE APOYO
escrito por Maria José Jorge, psicóloga de XiCaEs
La motivación principal de una sociedad desarrollada es que ésta avance hacia un mayor reconocimiento de la igual dignidad de todos los seres humanos.
Hay que entender la diversidad como una característica inherente al ser humano, entendiendo la diversidad como concepto amplio de la condición humana. Todos somos diversos, todos somos diferentes y cada uno tiene sus propias necesidades. La diferencia debe entenderse como un valor enriquecedor de desarrollo del ser humano y no como un elemento limitador y segregador promotor de desigualdades.
En materia de educación, ya hace bastante tiempo que venimos oyendo hablar de una escuela para TODOS, donde cada uno reciba la atención educativa que necesita. En el modelo de escuela inclusiva las diferencias se ven como una oportunidad, una escuela de todos y para todos, respetando los ritmos diferentes de aprendizaje. El objetivo es garantizar que todo el alumnado sea aceptado en condiciones de igualdad y reconocido por lo que puede aportar a la comunidad educativa. Las escuelas inclusivas tienen una filosofía que fundamenta todas sus actuaciones: la diversidad y las diferencias son buenas para todos.
Son muchos los profesionales del ámbito educativo implicados en crear, generar y construir condiciones de todo tipo con el fin de que ese derecho, vulnerado durante tanto tiempo, pueda hacerse realidad. Pero no cambian las cosas de la noche a la mañana. Se trata de un proceso de transformación largo y complejo en el que el esfuerzo no recae única y exclusivamente en los centros escolares, sino también en el resto de agentes de este cambio como son las familias, el resto de la comunidad educativa y de la comunidad social en la que se desenvuelve el niño y, como no, de la Administración local y nacional.
Entendemos la escuela inclusiva como una transformación de políticas, culturas y prácticas que requieren múltiples recursos de naturaleza distinta para atender a todas las alumnas/os. Una transformación que, además de un cambio profundo del sistema, requiere un cambio de mirada, tal como señala Coral Elizondo, necesario para que la escuela del siglo XXI sea una escuela inclusiva.
En términos de inclusión, la diversidad va más allá de la condición que presentan las niñas/os con necesidades educativas específicas. Hay que tener en cuenta que cuando hablamos de diversidad también la vamos a encontrar con condiciones personales que no tienen nada que ver con los diferentes tipos de diversidad funcional. Necesidades cuyo origen se encuentra en condiciones personales como las de los alumnos de familias de país y cultura de origen diferente al de su escolarización, otras necesidades como las de alumnos con altas capacidades de aprendizaje, necesidades como las de alumnos que por cualquier razón se hayan incorporado tardíamente al sistema educativo, necesidades de alumnos con circunstancias socio-económicas y/o de historial escolar particular, todos ellos con probabilidad de presentar temporal o de forma permanente necesidades educativas personales.
Si tenemos en cuenta como se han dado los apoyos durante muchos años a las personas con diversidad funcional con grandes necesidades de apoyo, es necesario reflexionar. Cuando hablamos de inclusión de estas niñas/os, hablamos de inclusión como derecho, amparándose en la Convención de Derechos de las personas con discapacidad y amparándose en la Constitución Española. Cuesta entender que los derechos tengan limitaciones en función de las características de las personas y por tanto de las necesidades de apoyo que éstas necesiten. De este modo, normalizar no pasaría por incluir, si no por mucho más, es pertenecer como derecho. No hablaríamos de inclusión si anteriormente no hubiésemos segregado, siendo el verdadero problema la segregación, que se ha convertido durante mucho tiempo en lo habitual.
Según Echeita, una vez se establecen formalmente los derechos, son de aplicación a todas las personas. De ahí que la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad establezca el derecho a una educación inclusiva sin restricciones. Es un error que se tengan que establecer restricciones a ese derecho cuando hablamos de personas con grandes necesidades de apoyo. Los derechos no son modulables en función de las condiciones personales. No por tener más o menos necesidades de apoyo se tienen o se restringen los derechos, como en este caso el derecho a una educación inclusiva.
Las familias pueden llegar a encontrarse en una difícil situación a la hora de decidir si apostar por una educación inclusiva, inmersa en este proceso de cambio y transformación, asumiendo momentos difíciles o, por el contrario, elegir una educación específica.
Como apunta Echeita, es importante que en este largo proceso de la educación inclusiva encontremos familias que, a pesar del gran desafío para sus hijas/os y para ellas mismas, apuesten por este proceso largo de transformación, a la vez que se respete, como no, a las familias que opten por una educación específica. Igual que se apoya a las familias dispuestas a pelear por la transformación de la educación de sus hijos con grandes necesidades de apoyo desde dentro de la educación inclusiva, debemos respetar a quienes deciden apoyar este cambio desde la opción específica.
Este proceso de transformación supone un gran reto para toda la comunidad escolar, tanto para los docentes como para las familias. Para éstas, por los momentos difíciles que pueden encontrar, de angustia, de insatisfacción, con sentimientos de impotencia, de fracaso en los aprendizajes de sus hijos… Para los docentes y resto de comunidad escolar, por el esfuerzo profesional en este proceso de cambio, formándose en los enfoques didácticos del Diseño Universal para la atención a la diversidad, modelo de Aprendizajes Multinivel, parejas complementarias, grupos heterogéneos, tutorías entre iguales, etc. Un gran reto en el que no existen modelos de intervención únicos, contundentes y generalizables a todos los centros con el mismo objetivo, el éxito del alumno. Cada centro educativo deberá tratar el dilema de cómo dar respuestas educativas de calidad a todos los estudiantes en entornos comunes y, al mismo tiempo, cubrir las necesidades individuales, llegando a acuerdos a partir de los debates abiertos en los que participen todas las voces. (Gerardo Echeita 2013)
Como profesional de la atención y apoyo a las personas con diversidad funcional y sus familias, me posiciono con el modelo social, en que las causas que originan la diversidad funcional no son las condiciones que presentan las niñas/os, jóvenes, personas, sino los contextos discapacitantes y, muchas veces asfixiantes, en los que les toca vivir, tanto a ellos como a sus familias. Contextos en los que se sigue segregando, en las escuelas y en la sociedad en general, a las personas más vulnerables por tener como condición grandes necesidades de apoyo, contextos que pasan por etiquetar a las personas con diagnósticos clínicos para luego hacer recomendaciones basadas en el déficit y no en las capacidades. Poco tienen en cuenta transformar estos contextos que rodean a estas personas como posible solución.
Por último, y no menos importante, sin invalidar el modelo social de origen de la diversidad funcional, el baremo último de la inclusión lo debería marcar la singularidad de la persona en su capacidad y su fragilidad, no un modelo estándar de lo que significa “socialmente incluido”. Es complicado y controvertido cumplir literalmente el informe de la Convención. Si nos basamos en la experiencia y no en el prejuicio a favor de una aplicación rígida de los principios, la guía para tomar las decisiones correctas; tanto la Administración educativa pública como para las organizaciones e instituciones a favor de las personas con diversidad funcional; tal vez podremos ofrecer a las personas más vulnerables y sus familias estar en la mejor situación para cada una de ellas.
Desde servicios como XiCaEs, que atendemos a niñas/os y jóvenes con diversidad funcional, compartimos de forma coordinada con los centros escolares y las familias parte de esta transformación, como no, con nuestras dudas, incertidumbres y dificultades propias del proceso. Apoyamos ese necesario cambio de mirada al que hace referencia Coral Elizondo, para hacer realidad no sólo la educación inclusiva, también la inclusión en el resto de la comunidad, y ofrecemos nuestro respaldo a proyectos y actividades de educación en valores y respeto a la diversidad dirigidos a nuestra comunidad más cercana.
Somos conscientes del camino por recorrer y de los propios cambios que necesitamos realizar como servicio, cambios que es necesario que vayan en consonancia con los cambios que ya se vienen dando en los centros escolares. Hay que esforzarse por ofrecer proyectos compartidos, no segregados, que no se basen en modelos de déficit ni en etiquetas y que no trabajen según las carencias de la persona y así, todos a una, poder ir mejorando la plena inclusión que elimine barreras y garantice todos los apoyos a las niñas/os y jóvenes con diversidad funcional, apoyos sociales, psicopedagógicos y sanitarios, apoyos inclusivos, equitativos y de calidad.

María José Jorge Esteve- Psicóloga
Licenciada en Psicología en la Universitat Jaume I. Especialista en Desarrollo Infantil y Atención Temprana.
Trayectoria profesional: Amplia experiencia en apoyo a personas afectadas de parálisis cerebral y patologías afines.
Actualmente trabaja como psicóloga en XiCaEs realizando intervenciones con niños con capacidades especiales y sus familias.