Y AHORA... ¿QUÉ HAGO YO?... escrito por Maria José Jorge, psicóloga de XiCaEs
Estrategias reactivas ante los problemas de conducta desde el Apoyo Conductual Positivo
Ya vimos en anteriores publicaciones sobre Apoyo Conductual Positivo las bases de la intervención en problemas de conducta, la importancia de conocer a la persona tanto en sus preferencias e intereses, así como las razones por las que se comporta de forma problemática, pues toda conducta problemática tiene una función para quien la lleva a cabo. Son muy importantes los antecedentes y consecuencias cuando se da el problema de conducta, además de la enseñanza de habilidades alternativas para que alcancen aquello que desean sin recurrir a las conductas problemáticas. Estas son algunas de las ideas que debemos tener en cuenta a la hora de dar nuestro apoyo a las personas con diversidad funcional que presentan problemas de comportamiento con la idea de prevenirlos o disminuirlos. Pero, mientras llegan las mejoras que suelen ser a largo plazo, ¿qué hacemos cuando nos encontramos ante el problema de comportamiento?
Andrés es un chico con diversidad funcional con graves dificultades de comunicación, ya que no tiene lenguaje verbal. Golpea la mesa y se enfurece, llegando a autolesionarse cada vez que se sienta a cenar después de poner la mesa y tiene que esperar a que sus padres terminen de preparar los platos y se sienten todos a cenar juntos. Es una situación que nos puede resultar familiar o que nos puede parecer similar a otras muchas que se dan en el día a día en los contextos familiares y/o en los contextos socio-educativos.
Si intervenimos al comienzo de darse una conducta disruptiva, quizás podemos frenar un problema mayor. Hoy vamos a reflexionar sobre algunas técnicas que podemos emplear para intervenir cuando acaba de ocurrir un problema de conducta.
Podemos establecer diferentes tipos de conductas que van de menor a mayor gravedad:
1.-Conductas que en sí mismas son inadecuadas en un momento o lugar determinado, pero que no ponen en riesgo a la propia persona o a los demás. Por ejemplo: morderse las uñas, estereotipias. ¿Qué podemos hacer? En muchos casos, quizás la mejor opción es ignorar esa conducta, ya que si prestamos atención, aunque sea incluso riñendo, por ejemplo, diciéndole "vale de morderte las uñas", le podemos estar reforzando sin darnos cuenta y, por lo tanto, haciendo que lo haga más a menudo.
A veces prestamos excesiva atención a determinadas conductas sin importancia y únicamente es necesario pautar que, cuando ocurren, debemos minimizar o eliminar nuestra atención. Recuerde, en esos casos, puede ser una buena opción no hacer o no decir nada para conseguir que determinadas conductas desaparezcan.
2.-Hay conductas que no se pueden ignorar, es el caso de aquellas que son peligrosas, de carácter moderado, para el propio individuo u otras personas. Por ejemplo, agredir a alguien, autoagredirse, romper algo...
Si es una situación en la que sabemos que la conducta problema va a ocurrir en un breve periodo de tiempo (segundos o pocos minutos), una de las opciones que tenemos es redirigir a la persona. En el momento que vemos que alguna persona comienza a tener algún comportamiento inadecuado como insultar o amenazar, tenemos que reaccionar rápidamente, incluso antes de que lo haga, con los primeros indicios (fruncir el ceño, respirar agitadamente, repetir la misma frase, etc). Podemos pedirle que nos ayude a hacer algo, por ejemplo, tirar la basura, poner la mesa o coger una revista para ojear, debe ser una actividad que tengamos a mano y que le distraiga de la conducta problema.
Otra opción que podemos usar es la retroalimentación. Podemos recordarle qué es lo que se espera de él/ella, por ejemplo "lvana, recuerda que si consigues estar en la clase sin dar patadas a Sandra, pondremos la canción de Bruce Springsteen que tanto te gusta para bailar", ya que en clase de gimnasia generalmente es cuando presenta esa conducta. Se lo podemos recordar antes de una situación en la que es posible que ocurra, en este caso sería justo antes de entrar en clase y/o en el momento que observamos que lvana da alguna muestra de que va a hacer la conducta (respirar de forma agitada, repetir la misma pregunta...).
Decirle exactamente lo que esperamos de ella, el comportamiento adecuado que debe presentar para obtener esa canción, atención u objeto que tanto le gusta, esto es la retroalimentación (feedback). En muchas ocasiones padres y profesionales utilizamos indicaciones del tipo: “no pegues a tu compañero porque de lo contrario te quedas sin salir a la calle o no podrás ver la televisión, te quitaré la revista". Pensad: ¿es exactamente lo mismo...? Efectivamente no lo es, en el primer ejemplo le recordamos a lvana lo que puede conseguir si se esfuerza y esto puede ser muy motivador para ella, en el segundo, por el contrario, le estamos recordando que puede ser castigada si su comportamiento es negativo. Como norma general debemos utilizar el primer tipo de retroalimentación, la positiva. Y ésta, sobre todo, va a resultar más útil si mantenemos una buena relación con la persona.
Sabemos que muchos problemas de conducta les sirven a las personas con diversidad funcional para comunicar diferentes mensajes (me duele la cabeza, tengo hambre, quiero salir, echo de menos a mi familia, estoy enfadado,…). Una estrategia muy útil que podemos utilizar es la de facilitarles la comunicación, ayudarles a que lo expresen de otra manera más apropiada. ¿Cómo les podemos facilitar que se expresen? Lógicamente, preguntándoles directamente: ¿Qué es lo qué quieres?, ¿te pasa algo?, ¿qué te está molestando? Generalmente lo debemos hacer cuando vemos algún indicio en esa persona, "deambular por el pasillo", "mover agitadamente las manos", "llorar"..., que puede estar señalándonos que algo va a ocurrir. Si conseguimos que ellos se expresen, podremos dar una alternativa antes de que se produzca el problema de conducta. Si la persona tiene dificultades para expresarse iremos haciéndole preguntas, primero generales y luego concretas, "¿te encuentras bien?", "¿te duele algo?", "señala dónde te duele", "¿echas de menos a tus padres?", "¿estás enfadado?" Si conseguimos entender qué le pasa, incluso podremos ofrecerle alguna alternativa: "¿quieres una manzanilla?", "vamos a llamar a tus padres", "toma una manzana".
Otro modo de facilitar la comunicación es mediante la "escucha activa". Se trata de escuchar no sólo con los oídos, también con los ojos. Consiste en saber qué es lo que la otra persona quiere transmitir y hacerle saber que nosotros lo sabemos. Algo que no hacemos bien es sermonear o amenazar: "ya sabes que no tienes que insultar, como te escapes, ya verás", o damos órdenes: "¡cállate y vete del salón!". A veces les criticamos: "¡te estás inventando lo que dices!, ¡eres una mentirosilla!"; empezamos a preguntar: "¿por qué te pones así?" o simplemente intentamos quitarle importancia: "¡Hala, venga, tranquilízate que no es para tanto!". Otras, incluso no actuamos, porque como sabemos de tantos años que siempre se comportan de la misma manera, justificamos su conducta de este modo y no somos capaces de cambiar nuestra forma de actuar ante ellos, simplemente dejamos que la conducta desaparezca por obra de magia o por obra del paso del tiempo.
Sin embargo, nos olvidamos de escuchar. Debemos escuchar a la persona el tiempo que necesite hasta que se calme, sin bloquearse intentando cortar su comunicación. Aunque la forma de expresarlo no sea apropiada, su enfado, miedo, tristeza o frustración son lícitos y cuanto antes se dé cuenta de que le comprendemos, la intensidad con la que lo expresa irá disminuyendo, incluso, en algunos casos, hasta encontrar por sí mismo la solución.
Somos nosotros quienes ponemos obstáculos para que se produzca la escucha. A veces pretendemos adivinar por qué lo hace: "lo hace para fastidiarme" o "tienes celos de..." “lo hace de repente sin ninguna causa” o les echamos la típica charla: "esto está mal porque…bla, bla, bla" “sabes que esto no es correcto, discúlpate”. Les proponemos soluciones: "dile a tu padre lo que te pasa "; nos ponemos a favor o en contra: "tienes mucha habilidad para hacer esto" o "no estoy de acuerdo contigo", "en esto no tienes razón"; o les ridiculizamos: "te estás portando como un bebé". La cuestión no es ésta, en la escucha activa nosotros NO debemos criticar a la persona, juzgarla, darle consejos, darle órdenes, intentar distraerla o darle la razón para que se calle. Sin embargo, en muchas ocasiones lo hacemos y entonces, nos bloqueamos, no escuchamos. En realidad lo que deseamos es acabar con el episodio cuanto antes y la persona percibe esto, no se siente escuchada o comprendida y en tal caso ¿qué sucederá? Todo lo contrario, el comportamiento se mantendrá en el tiempo, incluso llegando a intensificarse.
Alguna de las frases mencionadas anteriormente nos salen instintivamente, pero tenemos que aprender a controlarnos y escuchar con los cinco sentidos y durante el tiempo necesario hasta que la persona cese en su comportamiento. Si la persona está realmente enfadada, una alternativa es dirigirse con ella a un lugar más privado y escucharla. Debemos repetir lo que nos dice: "ya veo que estás realmente enfadado porque piensas que tu padre no viene a por ti y te gustaría que le llamase por teléfono para que te tranquilizaras". Es muy importante hacerles ver que entendemos su sentimiento (enfado, rabia,..) y así podremos interrumpir el problema de conducta más fácilmente.

María José Jorge Esteve- Psicóloga
Licenciada en Psicología en la Universitat Jaume I. Especialista en Desarrollo Infantil y Atención Temprana.
Trayectoria profesional: Amplia experiencia en apoyo a personas afectadas de parálisis cerebral y patologías afines.
Actualmente trabaja como psicóloga en XiCaEs realizando intervenciones con niños con capacidades especiales y sus familias.